zo extendido fueron reemplazadas por un proyector y nuevas superficies para plumón. Pero el tiempo en vez de borrar el paso de Don Nica (apodo cariñoso), ha fortalecido una leyenda y hoy muchos de sus ex alumnos atesoran esas clases como uno de sus mejores recuerdos de la Escuela. “Poder tener clases de poesía con Parra o Lihn (la alternativa que ofrecía la FCFM al curso de Nicanor) era para mí como tener clases de piano con Mozart”, opina Rodrigo Sánchez, quien hoy trabaja para el Departamento de Geofísica y tomó el curso entre 1987 y 1989. “Alguna vez le pregunté por qué hacía clases en nuestra facultad y no en la de Filosofía y Humanidades o en algún otro lugar, y aún recuerdo su respuesta: Nuestra facultad le daba mucha libertad de elegir los temas, y prefería a nuestros alumnos, limpios de prejuicios en relación a las formalidades de la enseñanza de la literatura, y con pensamiento analítico y abstracto. La poesía era eso. No había diferencia entre las ecuaciones Maxwell de electromagnetismos y la poesía, ‘decir mucho con poco’, que era una de las definiciones de poesía que utilizaba. Él siempre buscaba ‘sacudir’ a los alumnos con alguna frase al inicio de la clase que abría el diálogo. Él esperaba, a mi juicio, abrir nuestras cabezas, sacudir las estructuras y volver a ordenar las cosas de una manera igualmente posible, pero distinta. El que entraba a sus clases, nunca era el mismo que salía. Era entrar a clases viviendo en un mundo 2D y salir de ella viviendo en un espacio 3D”. Parra llegaba a sus clases abrigado con un chaleco de lana y su pelo desordenado, a veces con una sola patilla afeitada (¿quién podía resistirse a preguntarle por qué lo hacía?), cargando un maletín de cuero con un sobrepeso de libros y Artefactos, y comenzaba a desafiar la rigidez de pensamiento de los 25 beauchefianos que habían tenido el privilegio de inscribir su clase (lo que no era excusa para no contar con una sala llena de oyentes, visitas y curiosos que en algunos semestres podían triplicar el número de inscritos oficiales). Patricio Renner, Subdirector General de la operación de Novis en México recuerda: “Su expectativa era desafiar la rigidez de pensamiento que tenemos muchos ingenieros, para mostrarnos una perspectiva distinta e innovadora de las cosas”. ¿Y cuál era la tónica de sus clases? Pues la Parriana, claro: salir a la fachada del Departamento armados de una tiza para “insultar” a la estatua de Ercilla, corear la letra de la canción Angie de Mick Jagger, recorrer baños públicos en busca de graffities, o romper una ampolleta delante de todos para hacer un personaje con sus filamentos (“Otra forma de Zaratrustra” –les dijo entonces a sus alumnos que estudiaban la obra de Nietzsche junto a Parra). “Las clases con el antipoeta son uno de los recuerdos más entrañables que tengo de mi paso por la FCFM y lo que aprendí del mundo de la literatura no solo me sirvió como cultura general, sino que abrió mis conocimientos hacia una compresión más amplia de la creatividad del ser humano y de la relación con su entorno, incluso hasta el día de hoy”, cuenta Jerko Juretic, ingeniero civil industrial y MBA de la Escuela. La leyenda no registra a nadie que se haya echado el ramo de Parra, pero eso no es sinónimo de que el curso haya sido pan comido: “No era un ramo fácil en el sentido de que Parra te hacía pensar de una forma distinta, y eso a veces para alguna gente no era sencillo”, cuenta Sonia Duffau, Doctora en Astronomía que actualmente trabaja como post doc en la Universidad de Heidelberg, Alemania. Sonia era una de sus pocas alumnas mujeres, a quienes Parra incitaba a atreverse más, a participar en presentaciones frente al curso con ideas que se les fueran ocurriendo al alero del curso: “Yo no me atreví, pero hubo algunos chicos que si lo hicieron y de esas presentaciones recuerdo mucho la de un aspirante a matemático que hizo unos gráficos que representaban la frecuencia de uso de cada letra del alfabeto. Un gráfico lo había construido con periódicos en inglés, y otro lo había construido con los textos de las obras de Shakespeare. Ambos gráficos eran distintos, y con eso el chico quería demostrar que en la obra del escritor las palabras estaban escogidas de manera diferente, especial. Me pareció fantástico como cada uno de nosotros abordaba la literatura según su mentalidad e inclinaciones naturales”, cuenta Sonia que sí se anotó una estrellita con el antipoeta gracias a su trabajo de fin de semestre: una crítica sobre la puesta en escena de la obra “El Rey Lear” en la versión de Parra. Ese era el pie forzado del trabajo, pero en vez de presentarlo en la tradicional hoja de oficio, Sonia escribió sus reflexiones sobre un largo pliego de cartulina con la mano izquierda y al revés. La misma Sonia lo explica mejor: “Mientras yo escribía sobre la cartulina en el suelo, una persona que estuviera parada en frente de mi podría leerlo al derecho, no así yo que lo estaba escribiendo. La idea en este caso era ver si al hacer este ejercicio lograba estimular la otra mitad del cerebro, la creativa ¡donde urgentemente necesitaba despertar alguna neurona! De alguna forma a Parra le gustó, así es que me dio buena nota en el curso y me invitó junto a un par de estudiantes a tomar té a su casa como premio”. Otra de las alumnas que tuvo la oportunidad de compartir el mundo más íntimo de Nicanor Parra fue Ximena Oñate, Gerente General de Coasin Business Solutions y autora del libro de cuentos “Malheridos” (2011), quien se repitió el plato del curso de Literatura cuatro veces entre 1979 y 1980, y por ser casi vecina del antipoeta, tuvo el privilegio de que Don Nica la fuese a dejar muchas veces hasta su casa: “Un lunes llegó y me contó que había ido a ver a su mamá a Conchalí, que cuando regresaba vio una casa media abandonada, maravillosa, con corredores en todo el perímetro. Él se enamoró a primera vista de aquella casa, se bajó de su Volkswagen Brasilia de color azul marino, subió al corredor y se quedó detenido mirando el paisaje en lontananza. De pronto tuvo una inspiración y sacó un papel y un lápiz de mina (siempre usaba lápices de mina) y escribió ‘El Hombre Imaginario’. Después de contarme esta historia, me pasó la hoja de papel para que leyera su poema. Yo me conmoví, sin poder imaginar que ese poema sería uno de los más importantes de Parra”, relata Ximena, quien estaba dispuesta a capear clases para seguir en sus conversaciones con Don Nica: “Me decía siempre, tomándose la oreja ‘Ximena, Peyote told me not to fall in love’. Él me contaba que le encantaba llamar la atención, que hubo una época de su vida que si no lo entrevistaban en algún medio al menos una vez a la semana, él se angustiaba”. Hoy Parra ya no da entrevistas. A sus 97 años, disfruta sus días en Las Cruces, y su pasión actual, dicen, es recolectar frases dichas por niños, tan limpios de prejuicios como lo fueron, alguna vez, aquellos afortunados alumnos de Beauchef. 57