(Cuento)Sonia
La niña jugaba en la arena en el patio de la casa con pequeños juguetes de palo. Hacía mucho calor, un calor pesado y punzante. La niña armaba figuras enterrando los palitos en la arena, para luego desarmarlos y hacer otras. Cantaba mientras lo hacía y hablaba con y por sus figuras. Se levantó y corrió hasta el columpio. Siempre lo hacía, jugaba con los palitos en la arena y de pronto corría al columpio donde se columpiaba un par de veces para después volver con las figuritas. Estaba balanceándose cuando la voz de Sonia rompió el silencio llamándola desde el interior de la casa para que la niña fuera a almorzar. Y una vez más volvió el silencio, llevándose el viento las palabras de Sonia, el viento arenoso y caliente. El sol estaba en su posición más dominante y en ese momento, más que nunca, a la tita le pareció que esa casa estaba enclavada en medio del desierto. El sonido nítido, monótono y solitario de las cadenas del columpio se lo subrayaban.
"Tita... tome esto, le va a hacer bien, tome... tita, ¿me escucha?... tita..." y la borrosa imagen de la sobrina volvía a desaparecer dentro de las tinieblas a medida que Sonia cerraba sus ojos.
La niña se bajó del columpio y cumpliendo una vez más con la rutina, volvió a la arena y comenzó a construir sus figuritas. "¿Qué haces?" preguntó la anciana sentada en una mecedora de mimbre en el portal de la casa. Y la niña siguió jugando cual ella no estuviera. "¿Qué haces?" y no hubo más que el sonido del viento seco y caliente.
Una vez más la voz de Sonia se escuchó llamando a almorzar a la niña. La anciana se acomodó en su asiento y cerró los ojos. Segundos después Sonia apareció en la puerta, a su lado, limpiándose las manos con el paño de cocina.
-Ven a comer, Nina, el almuerzo está listo.
-¿Para qué la molestas con esas estupideces?- Habló la anciana sin moverse ni abrir los ojos.
-Tiene que comer.
-Bien sabes que no.
La mujer guardó silencio demostrando que la anciana tenía razón. Luego volvió a llamar a Nina para que almorzara y entró en la casa para evitar cualquier comentario de la tita. La niña obedeció y corrió a la casa. Siempre con la mirada baja, vacía, pero siempre sonriendo, como si su existencia fuera sólo hacia el interior, estaba siempre contenta, pero como hablando sola constantemente, viviendo sólo para sí, totalmente introvertida. La anciana quiso aprovechar el momento y una vez que la niña entró a la casa, ella se levantó de la mecedora y entró tras ella. Nina se había sentado a la mesa y tenía su plato al frente al igual que Sonia que estaba a la cabecera. La anciana se sentó al lado de la pequeña y la quedó mirando, mientras ésta sólo observaba el plato. La anciana también tenía su plato, pero ninguna de las tres comía. Sonia, que era siempre nerviosa e irritable, estaba aún más intranquila viendo como la tita observaba estudiosamente a la niña. Ella, por supuesto, tampoco comía.
-¿Cuántos años tienes, Nina? -Preguntó la anciana. Pero la niña sólo siguió mirando el plato y balanceando las piernas.- Contéstame, Nina, ¿cuántos años tienes?- Y nada, mientras Sonia se ponía más y más nerviosa- Oye...-Dijo mientras con la mano le empujaba suavemente un hombro para voltearle la cabeza hacia ella-...mírame, Nina, oye...
-Deja de molestarla.- Terminó por decir Sonia.
-Mírame, Nina, habla, habla alguna vez- Siguió la anciana.
-¡Ya basta!- Gritó Sonia.
-¡Cállate!- Respondió del mismo modo la tita. La pequeña aprovechó el instante y como se sentía incómoda con la presión de la anciana, como si ésta quisiera invadir su mundo interior, se levantó y corrió al patio a subirse al columpio, donde una vez más volvió a sonreír y jugar en sus mundos interiores. Sonia por su lado se alteró aún más, se levantó, tomó su plato y el de la niña y se aproximó al basurero a botar la comida. Al lado del basurero estaba el lavatorio, por lo que se dispuso de inmediato a lavar los dos platos.
-¿Por qué no me dejaste seguir?- Inquirió la anciana.
-La molestas, la pones nerviosa, ¿ya viste cómo salió?- Respondió Sonia mientras lavaba.
-Lo sé, ambas lo sabemos, las tres lo sabemos.
-Y además son preguntas estúpidas, bien sabes qué edad tiene.
-No seas idiota, sabes que quería que me respondiera por el sólo hecho de que hablara; la muy tontita no habla nunca.
-No hables así de ella.
-La llamo como quiero, después de todo...¡fue esa maldita actitud la que me tiene así!- Gritó la anciana.
-¿Cómo lo sabes? bien pudo ser otro factor, otra cosa.
-Sí...también.- Ambas guardaron silencio, porque ambas sabían en lo que estaban pensando y a las dos les dolía por igual.
-¿Vas a comer más?- Preguntó Sonia para saber si podía retirarle el plato. La tita la quedó mirando de una manera que la hizo sentirse estúpida. Ambas sabían que no necesitaban comer. ¿Todavía se atrevía a preguntar? Sonia retiró el plato e inició el mismo procedimiento que con los otros dos.
-Ese es tu problema: nunca...-Fue lo que había comenzado a decir la anciana, cuando las dos sintieron que se iban, que desaparecían, que morían aunque sabían que no vivían... "Póngase en esta posición, tita, así ¿ve?, ¿quedó mejor? ,sí ¿cierto?" Los ojos de Sonia veían todo borroso, pero la imagen era lo suficientemente clara como para reconocer la cara de la sobrina. Abrió un poco más los ojos y más atrás vió al novio de la sobrina y detrás de él al doctor Monsalve. Nuevamente el peso de los párpados la venció y calló en la oscuridad otra vez, con algo de miedo, con algo de emoción, con algo de alivio y de interés. Porque sabía que cada vez estaba más cerca de la muerte y porque sabía que en la oscuridad encontraría a esas tres mujeres....
Sonia y la anciana sintieron que la energía les volvía, tomaron aliento y las dos miraron hacia la pieza del fondo en donde sabían estaba la verdadera realidad. Sonia volteó y miró a través de la ventana. Nina estaba sentada en el columpio, pero detenida, sólo sentada y mirando hacia la casa, mirando hacia la pieza del fondo de la casa; aún ella sabía lo que sucedía. Y como recordando su rutina, se levantó y se tiró en la arena a jugar.
-Te decía que ese era tu problema- Retomó la anciana.
-¿Cuál?- Respondió a secas la mujer.
-No supiste nunca hacer nada más que eso. El almuerzo, la comida, el aseo, las compras, sentarte a mirar este peladero que tienes alrededor de tu casa.
-¿Y tú vienes a criticármelo?- Exclamó indignada Sonia.
-Sólo ahora vengo a darme cuenta.
-Fue lo único que aprendí, yo ya no tengo la culpa, dile a Nina, dile a ella- E indicó con la mano la puerta de entrada, donde apoyada en una muralla había una joven mirando el desierto. Hacia la puerta miró la anciana y vió a la adolescente y su mirada melancólica. Le sorprendió verla, aunque sin razón, pero la reconoció de inmediato. La miró por unos momentos y recordó. No supo si sonreír o si sentirse más vieja. Sonia a su vez salió por la puerta de la cocina hacia el patio trasero.
La joven dio un largo y profundo suspiro y se sentó en una silla. Bajó la cabeza y cubrió su cara con las manos. Rompió en llanto. Siguió llorando bajo la mirada de la anciana por largo rato. Sonia volvió por la misma puerta por donde salió, con los implementos de aseo y comenzó a fregar el piso. La joven pareció sosegarse de su llanto y se incorporó sin levantarse de la silla.
-¿No te interesa saber por qué lloro?- Le preguntó la joven a Sonia.
-No. Lo recuerdo bien.- Todas callaron. Sólo se escuchaba el sonido que hacía Sonia con el trapo en el piso.
-Eso fue lo que nos determinó, Sonia, eso.- Dijo finalmente la tita.
-Supongo.- Respondió mientras seguía trapeando.
-Sí, eso fue.- Dijo la anciana- Si tan sólo otro hombre hubiese aparecido... pero nunca llegó. Allí murió todo. Hubo un avance; esta jovencita es mejor que Nina, llora, se expresa, vive, siente. Pero esta situación la marcó, y no la dejó levantarse. Quizá si hubiera cambiado su manera de pensar, su manera de ver las cosas, un cambio de actitud....¿qué debiste haber hecho, Sonia? ¿Qué debí haber hecho?
-No. Soy decente, y si un hombre quiere tocarme, tendrá que esperar a que nos casemos, como Dios y la iglesia manda.- Respondió la joven.
-Bien poco me ha ayudado tu Dios y tu iglesia. Si hubieras pensado más en vivir y en buscarte un hombre que en Dios, no me verías aquí trapeando el piso y volviéndome vieja, sin saber para qué.- Todas volvieron a callar. La tita bajó la cabeza y pareció llorar. La joven se levantó y salió por la puerta principal. Sonia tomó los trapos y la escoba y se los llevó dificultosamente por la puerta de atrás. En la puerta se le enredaron y se le comenzaron a caer. Estaba tan alterada que simplemente los botó y los pateó para sacarlas de la casa. Luego se tomó la cabeza con una mano para tratar de calmarse. Nina acababa de entrar y vió esto. Caminó hacia el lavatorio, porque venía a tomar agua, y cogió un vaso. Todo esto mientras miraba a Sonia.
-No me gusta como eres- Le dijo finalmente la pequeña a la mujer.
-¡Tú tienes la culpa, Sonia!- Le gritó a la niña, haciendo que soltara el vaso, el que calló rompiéndose en el suelo, he hizo huir a Nina de vuelta al patio. La anciana se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia las piezas interiores.
-No la llames Sonia, dile Nina- Le dijo al pasar a su lado.
-Es su nombre.- Respondió Sonia.
-Pero me gustaba que me dijeran Nina- Respondió la anciana deteniéndose.
-Sí, lo sé, y ahora supongo que te gusta que te digan tita.
-Sí. Así me puso de cariño mi sobrina, y me gusta.- La anciana retomó su camino.
-Y yo que recién acababa de limpiar esta inmundicia- Dijo para sí Sonia mirando los vidrios en el suelo.
-¡Ya es suficiente con esa estupidez, Sonia!- Gritó la anciana sin dejar de caminar- ¡¿A quién le importa el aseo?!
-¿Qué ya olvidaste que eso era lo único en que podías ocupar tu tiempo cuando aún no envejecías? ¿recuerdas?- Gritó de vuelta Sonia y salió inmediatamente de la casa por la puerta delantera. La tita siguió caminando y se detuvo frente a la pieza de al fondo, que era la suya. Supo que no podía entrar porque vió a la gente que ahí estaba. La vieja moribunda en la cama y tres personas al rededor de la cama. La sobrina, el novio de la sobrina y el doctor. Permanecían inmóviles. Ella sabía que el tiempo estaba detenido en esa habitación. Decidió salir de la casa.
Nina se balanceaba en el columpio, como a cincuenta metros caminaba con la cabeza baja la jovencita y sentada en la arena de juegos estaba Sonia. La anciana se acercó y haciendo un esfuerzo se sentó con ella. Ambas, Sonia y la tita, miraban los palitos de colores. La anciana comenzó a cavar un hoyo con la mano.
-¿Qué haces?- Preguntó Sonia.
-El palito rojo.- Sonia miró los palitos y efectivamente faltaba el rojo.- Recuerdo que siempre enterraba el rojo en este lugar, me gustaba hacerlo.- Dijo la tita.
-Sí, me acuerdo. Me acuerdo que me gustaba porque parecía como si uno encontrara un tesoro.- Respondió Sonia.
-Sí.- Y la anciana sonrió al recordar. El cese del sonido de las cadenas del columpio las hizo mirar a Nina. En efecto se había detenido y sentada en él miraba hacia la casa. Allá, más lejos, la joven también había detenido su caminata y volteada hacia la casa, observaba. Sonia y la tita pensaron mirarse, pero ya nada había que decir. Voltearon también hacia la casa y miraron hacia la pieza del fondo, a la pieza donde el tiempo estaba detenido, para que siguiera su curso.... Y en las tinieblas se perdieron no sólo el rostro de la sobrina, de su novio y el del doctor, sino también la imagen de la anciana, la mujer, la niña y la joven. Sólo oscuridad quedó para Sonia... El doctor Monsalve tapó la cara de la anciana. En los ojos de la sobrina aparecieron unas pequeñas lagrimas.
-No se preocupen por el cuerpo de la señora Sonia- Dijo el doctor- Yo me ocuparé de él.
-Gracias, doctor- Respondió el novio de la sobrina. Ambos jóvenes salieron de la pieza y de la casa. Caminaron por el patio y por la arena. El joven se apoyó en el roído columpio y guardaron silencio por un rato.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó él.
-Bien... sólo pensaba. Mi tía era una vieja sola y amargada. No me gustaría morir como ella. No así.
-Creo que te preocupas con mucha antelación. Ven, vamos, te llevo a tu casa.
-Vamos.