Mario      1973-76

Poco después del bombardeo de la Moneda que vimos desde las ventanas más altas del Departamento de Física busqué a Armando. Aunque mi primera reacción fue pensar que tendríamos dictadura por al menos veinte años, no podíamos darnos por vencidos. No tengo claro lo que ocurrió en los días inmediatamente siguientes. Sí recuerdo que mi primera verdadera reunión política después del golpe fue en el parque Bustamante. Debíamos sentarnos en el pasto en grupos muy separados−como si estuviésemos de paseo−en espera de instrucciones y, por razones que no tengo claras, yo sería el receptor de esas instrucciones.

En mi grupo notamos que un automóvil se movía lentamente y pudimos ver a Armando en su interior. Creo que estaba comprobando que no hubiese algún sospechoso en los alrededores. Luego se bajó del auto y caminé lentamente hasta que nos juntamos y nos paseamos conversando. No tengo claro de qué hablamos aunque sí sé que me dijo que la organización estaba funcionando y que cada cual iba a tener nuevas instrucciones. Trasmití a mi grupo todo lo que Armando me había dicho y me fuí. Cada miembro de mi grupo se fue a uno de los otros grupos a decirles lo mismo.

Poco tiempo después fui citado a una casa en la comuna de Providencia, donde nos juntamos unos pocos para ser recibidos por Quena. Estas reuniones comenzaron a ser muy regulares. De vez en cuando eran en otras casas. Siempre era Quena quien me avisaba dónde y cuándo. No tanto tiempo después nuestra tarea se especializó a escribir comentarios sobre los más diversos temas que nos solicitaban.

Alguna vez me dijeron que un tal Mario "de más arriba" quería conocerme y que debíamos hacerlo en la calle. Pedí que la reunión fuera en la forma que yo especificara: indiqué un paradero de micro con el que estaba familiarizado y que normalmente había varios esperando, y que Mario debía tener el diario La Segunda doblado debajo del brazo izquierdo. Todo funcionó perfecto, me acerqué a él en forma decidida, nos saludamos y nos pusimos a caminar por calles solitarias del vecindario que ya tenía bien pensadas. Mi idea era que en calles solitarias alguien que nos quisiera seguir se haría evidente. Aun así con cierta frecuencia Mario al parecer no podía evitar echar un rápido vistazo hacia atrás. Su voz de barítono era pausada y daba la impresión que todo lo había pensado cuidadosamente.

Mario comenzó a ser más específico en cuánto a qué temas tocar e incluso indicando la estructura de los documentos. Creo que hubo otras ocasiones en que se me solicitó que me reuniera a solas con él. No recuerdo bien porqué, pero sí recuerdo que me planteó que era mi forma de redactar la que le gustaba, que yo no usaba frases manoseadas y vocabulario artificial, sino que escribía en forma "natural" como las personas comunes se comunican. Eso, dijo, tiene mayor efecto.

Sé que varios de esos documentos luego se distribuían anónimamente a muchas personas en el país. La idea, escuché alguna vez, era usar la técnica de "altoparlante" inventada por el Viet Cong: los destinatarios debían ser personas que por su naturaleza y personalidad siempre están comentando lo que les pasa y lo que ocurre en general. Al ser ese tipo de personas los destinatarios de la correspondencia, era mucho más probable que el efecto de los documento se difundiera más.

Además de este arreglo continué yendo a reuniones con Quena. Ella era mi único contacto. Yo no sabía los nombres verdaderos ni menos los teléfonos de ninguno de los otros. Pero, salvo que se tratara de algo muy importante, yo tampoco debía llamar a Quena. De vez en cuando Mario también participaba de esas reuniones que eran más bien regulares.

Pero hacia el final de 1976 comenzaron a pasar los días y no recibía ninguna citación. Dejé pasar varios días más antes de decidirme a llamar a Quena. A mi pregunta de porqué no había sido citado Quena me respodió aproximadamente lo siguiente: "Escóndete, yo me voy al campo, Mario ha desaparecido, su nombre es Fernando Ortiz."

Hasta hoy día no está claro cuál fue el destino de Fernando Ortiz, salvo que es parte de la larga lista de detenidos desaparecidos.


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Las reuniones siguieron por varios años más pero ya nunca fueron lo mismo.