Recuerdos enviados por Boris Chornik

marzo 2017

Mi primer trabajo en el laboratorio de Cristalografía fue una práctica de verano que realicé en Enero de 1962. En esa época yo era estudiante de ingeniería eléctrica de esta facultad. Había elegido esa carrera cuando no existía todavía la escuela de física. Ingeniería eléctrica me daba la oportunidad de aprender más física que en las otras ramas de la ingeniería. Y a mí me interesaba muchísimo la física.

El profesor que se hizo cargo de mi práctica fue Enrique Grunbaum. El tema que me propuso fue experimental, que era un aporte a un sistema de preparación de películas delgadas mediante evaporación en vacío. Por primera vez en mi vida estaba dentro de un laboratorio de física donde había que entender cómo funcionaban los diferentes instrumentos y cómo debían manejarse. Desde el primer momento mi entusiasmo fue muy grande y perduró durante todo el mes de práctica. También utilicé conocimientos y experiencia con circuitos eléctricos que había adquirido en otros cursos de ingeniería eléctrica. Como resultado final, construimos un dispositivo para calentar un material metálico mediante bombardeo electrónico, para producir su evaporación. Los resultados se publicaron en una revista dedicada a la instrumentación científica [J. Sci. Instrum. 39(11), 1962, 574]. Al terminar la práctica de verano, Grunbaum me ofreció una ayudantía de investigación para trabajar en su grupo. Acepté inmediatamente, sin siquiera preguntar cuánto me iban a pagar. Esa manera de reaccionar era habitual en esa época: como los estudios universitarios eran gratuitos, no teníamos ninguna deuda por delante y el dinero no preocupaba mayormente. Lo que interesaba con prioridad era estudiar temas apasionantes. Nuestro proceso de aprendizaje no estaba distorsionado por la necesidad de tener un buen sueldo.

En el laboratorio de Cristalografía el ambiente era muy grato. Todos trabajaban con entusiasmo, todo era novedoso e interesante, las relaciones eran muy cordiales. Todos se consideraban entre sí como compañeros de estudio y de trabajo. Era un grupo que llevaba poco tiempo desde su fundación, siendo Nahum Joel su iniciador y jefe en ese momento. Tanto él como Isabel Garaycochea, Carmen Escobar, Hilda Cid, Oscar Wittke, Hugo Villarroel, José Ward, Reinaldo Muñoz, se dedicaban al estudio de la estructura cristalina por difracción de rayos X. Después se integró Enrique Grunbaum, que aportó la difracción de electrones y la microscopía electrónica para estudiar películas delgadas. Su primer ayudante fue Claudio González Samohod, que con muy buena voluntad me explicó el manejo de los sistemas de vacío, el proceso de revelado fotográfico y cualquier duda que se me presentara.

En el grupo de Cristalografía se había establecido la costumbre de juntarse en la sala de reuniones del laboratorio, todos los días a las 5 p.m. para tomar café. Era una buena oportunidad para hacer un paréntesis en la actividad de cada uno y cultivar un momento de camaradería. Tomábamos una sencilla tacita de Noescafé, porque en esa época no se había difundido el consumo de café en grano.

Todo el grupo de Cristalografía tenía otra costumbre que ilustra el nivel de camaradería prevaleciente: cuando uno de los miembros salía al extranjero a estudiar, íbamos en masa al aeropuerto a despedirlo. Ahora los viajes se han trivializado tanto que esta costumbre desapareció. Por cierto, cuando partí a E.E.U.U. a un programa de doctorado (gracias al convenio de intercambio entre la Universidad de Chile y la Universidad de California), los compañeros de Cristalografía me dieron una gran despedida en el aeropuerto de Los Cerrillos. Eso fue en Enero de 1966.

Cuando terminé el doctorado y retorné al Depto. de Física a fines de 1970, ya no volví a trabajar en cristalografía sino en otros temas de física del sólido. Pero eso ya es otra historia.