Anales de la Universidad de Chile, No 95-96, 1954, pp.
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LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE
Por Nahum Joel
(Universidad de Chile)
CENSO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LA
UNIVERSIDAD DE CHILE
Algunos problemas relacionados con la organización de la Investigación.
Introducción
El estudio de las informaciones contenidas en este
censo pone en evidencia de inmediato
un hecho del
cual puede enorgullecerse esta Universidad: el
excelente pie en que se encuentra la investigación
en ciencias biológicas y afines. En efecto, del
total de 43 centros de investigación, 15 están
dedicados a las ciencias biológicas y afines, es
decir, el 35%. Ellos ocupan 119 cientistas de un
total de 287, es decir, el 41%. Pero, lo que es
mucho más importante, la calidad de sus trabajos ha
colocado a muchos de ellos en un pie de igualdad
con los grandes institutos de investigación de
Europa y norteamérica. Algunos de ellos pueden ser
considerados como un modelo para los centros
investigadores de esta Universidad, y no debemos
olvidar si ocupan esa posición y han alcanzado tan
avanzado estado de desarrollo, es gracias al
constante esfuerzo de sus directores e
investigadores.
Existen en conexión con los trabajos de esos Institutos varias Sociedades
Científicas Chilenas que funcionan regularmente y mantienen publicaciones científicas.
Las bibliotecas de sus respectivas especialidades son muy completas.
Algunos de esos Institutos han logrado también incorporar a sus normas de trabajo
principios tan fundamentales como son: la dedicación exclusiva (full-time), el
intercambio de investigadores, la concurrencia a reuniones científicas nacionales e
internacionales, las relaciones con instituciones científicas nacionales e
internacionales, las relaciones con instituciones científicas del país y del extranjero,
etc.
En pocas palabras, constituyen centros de investigación en el más alto sentido de
la expresión. Por eso, la mayor parte de los problemas tratados en los párrafos que
siguen, aun siendo de un carácter general, se refieren más bien a la necesidad de
desarrollar también algunas otras especialidades, por ejemplo, las ciencias físicas. Sin
embargo, algunos de los temas tratados, particularmente el de financiamiento de la
investigación, se aplica por igual a todos los Institutos.
El contacto personal con muchos cientistas y con algunos directores de
Laboratorios de esta Universidad, me han llevado a la conclusión de que
varios de los problemas planteados en los párrafos que siguen necesitan un estudio más
profundo y una solución pronta si se quiere que la investigación científica rinda todos
sus frutos.
En el fondo, todos estos problemas están relacionados entre sí en una u otra
forma, pero he procurado separarlos para mayor claridad de la exposición, aunque por
ello deba incurrir en algunas repeticiones.
No dudo de que mayor provecho se obtendrá de las discusiones que surjan en torno
a este estudio que de la lectura del texto mismo; y es con esa convicción que me atrevo a
someterlo a la consideración de este Congreso Universitario.
Es naturalmente imposible especificar las condiciones ideales de un Laboratorio,
en cuanto al número de personas que deben trabajar en él. Los hay que tienen desde uno
hasta cientos de trabajadores científicos. Las condiciones ideales dependen evidentemente
de la naturaleza del trabajo, pero el problema merece una seria atención de parte de los
organizadores. La forma normal en que se ha desarrollado la mayor parte de las más
importantes instituciones científicas del mundo, ha sido comenzar por un núcleo
pequeño el que, con el tiempo, ha ido creciendo en extensión y número de cientistas hasta
adquirir una estructura más o menos típica de esta clase de empresas.
Laboratorio de uno o dos trabajadores científicos (con su correspondiente
personal auxiliar, técnico y de servicio) no parecen ser ya una fórmula eficiente;
especialmente en el caso de que existan en la misma ciudad otros similares. En este caso,
una fusión sería altamente recomendable y ventajosa.
Más aún: si el número de cientistas de un Laboratorio es demasiado bajo, no hay
suficiente posibilidad de discusión e intercambio de ideas, y se acrecienta el peligro
del aislamiento.
El caso de un sobrecrecimiento de un Instituto de investigaciones científicas
naturalmente no existe en el seno de la Universidad de Chile, y es poco probable que
exista. Más bien, hay una subdivisión demasiado marcada, con unidades demasiado pequeñas,
y duplicación de esfuerzos.
De los 43 centros de investigación con datos completos incluídos en el censo, 8
funcionan con 2 ó 3 trabajadores científicos, 18 con 4 a 6 trabajadores científicos, y 17
con 7 a 20 trabajadores científicos.
Por lo demás, de los 287 cientistas incluídos en el censo, sólo 96, es decir, el
33% trabajan con dedicación exclusiva a la investigación.
Es indudable que muchos de estos núcleos se beneficiarían notablemente adoptando
el régimen de la dedicación exclusiva, contemplando además un aumento de su dotación.
En muchos de estos centros esto no ha sido posible aún por falta de un sistema
coordinado de distribución de los medios materiales. Valdría la pena también estudiar
alguna fórmula de fusión o unificación de algunos de estos núcleos.
Bajo la dirección entendemos aquí la determinación de una línea de trabajo de
acuerdo a un plan coordinado, pero lo suficientemente elástico como para permitir
incursiones en campos nuevos descubiertos durante los trabajos, y la ejecución de todas
aquellas medidas tendiente a convertir dicho plan en realidad.
La forma cómo el director va a desempeñar su función ha sido objeto de los
ensayos más variados. En gran parte depende de la personalidad e inclinaciones del
director mismo.
Hay los dos extremos: el director que fija él por sí solo la línea de trabajo del
Laboratorio, y tiene a todo su equipo trabajando en torno a un problema que interesa a él
personalmente; y, por otro lado, el que permite una independencia total, con el resultado
de que se trabaja sin sujeción a un plan común. Entre estos extremos está el justo
término medio: estudio de la marcha de los trabajos con sus colaboradores y ayudantes
más capacitados, con tolerancia y comprensión hacia las ideas de sus subordinados.
A esta tarea debe sumarse la de seleccionar el personal y velar por su formación
científica cuando éstos se inician en sus labores. Esto puede hacerlo personalmente si su
Laboratorio es relativamente pequeño; pero necesariamente deberá delegar gran parte de su
función en sus colaboradores más inmediatos, si sus actividades no le permiten hacerlo él
solo. Si el Laboratorio es relativamente grande, puede resultar ventajoso que el
director se haga asesorar por un consejo de jefes de sección.
Ha habido, y hay todavía, gran confusión acerca de las funciones que debe
desempeñar un director de laboratorio. Sucede en la práctica que también debe dedicar, en
general, una gran parte de su tiempo a la enseñanza universitaria. Esto es muy frecuente
en los Institutos que funcionan en una escuela universitaria. También sucede muy a menudo
que, por diversas razones, tenga que dedicar mucho tiempo a la divulgación de la ciencia.
Pero lo más grave, y parece ser el caso general, es que debe derrochar una parte
cuantiosa de su tiempo en conseguir fondos para mantener en existencia su Instituto. De
hecho, éste es también su deber. Pero, la organización general de la investigación
científica debe y puede ser tal que su funcionamiento se consiga con el mínimo de pérdida
de tiempo de parte de los cientistas.
Hay Institutos que han resuelto este problema, y reciben periódicamente, en forma
automática, los fondos que requieren. Pero, sucede en muchos otros que el director,
ayudado a menudo por sus colaboradores inmediatos, debe salir periódicamente en largas
campañas, muchas veces en diversos sectores, para conseguir los fondos necesarios para
continuar los trabajos.
Este es un problema sumamente grave, pues no sólo significa una paralización de
sus funciones científicas, y la consiguiente disminución en el tren de trabajo del
Laboratorio, sino que constituye un estado de intranquilidad, tensión nerviosa y
dilapidación de energía, incompatibles con las labores de un investigador científico,
labores que requieren tranquilidad, concentración y continuidad.
Tendremos que volver sobre esto en párrafo dedicado al financiamiento de la
investigación científica.
A los hechos recién enunciados va asociada una creencia tan difundida como
perjudicial, que es la de que el director de un Laboratorio debe ser al mismo tiempo su
administrador. Si bien esto es posible en un Laboratorio muy pequeño que emplee un mínimo
de material, ello puede conducir a la esterilidad de las labores del director como tal.
La administración del Laboratorio, si sus dimensiones lo justifican, debe estar
en manos de una persona dedicada especialmente a ello, y su labor consiste en su esencia
en preocuparse del aspecto financiero y material del Laboratorio: asegurar el normal
funcionamiento de los servicios no-científicos del Laboratorio; llevar un control del
material de trabajo en existencia, y preocuparse de la adquisición de nuevo material a
medida que vaya siendo necesario; mantener relaciones con las firmas comerciales e
industriales que proveen al Laboratorio; poner el material de trabajo a la disposición de
los investigadres; cuidar de las instalaciones, etc.
La persona que desempeñe estas tareas deberá tener un conocimiento general de lo
que se hace en el Laboratorio, junto con tener dotes de administrador. Cumple
instrucciones del director, pero con una gran dosis de iniciativa propia. De él dependerá
en gran parte la eficiencia del Laboratorio en su aspecto material.
Naturalmente, en un laboratorio de proporciones pequeñas, el administrador y el
secretario pueden ser una sola persona; pero es preferible evitarlo y dar al
administrador más independencia.
Pues bien, por un principio de falsa economía (y digo falsa, porque a la larga
constituye una pérdida) una gran parte de los Institutos no contemplan el cargo de
administrador; y el director pasa la mayor parte del tiempo haciendo las funciones de
aquél.
He estado en contacto con muchos investigadores y algunos directores de Laboratorios de
la Universidad, y me he quedado ocn la impresión de que uno de los problemas serios que
hay que abordar es precisamente éste; la multiplicidad de funciones del director.
Se incluye en esta denominación funciones como: bibliotecario, secretario,
calculista, preparador de materia, dibujante, etc. Algunas de estas labores podrían ser
desempeñadas por jóvenes cientistas que se inician en su carrera, pero otras, como por
ejemplo la de bibliotecario, requieren, además de condiciones científicas generales, una
preparación especial.
Es bueno que en el comienzo de su carrera un investigador se familiarice con
todas las actividades que derivan de su trabajo: que prepare su material, haga sus
cálculos por largos que sean, confeccione el mismo sus gráficos, diagramas y copias
fotográficas, copie la exposición de su trabajo cuantas veces sea necesario, etc.; es
decir, que sea también ayudante y secretario de sí mismo. Pero, sería altamente
inconveniente mantener este estado de cosas por un tiempo demasiado largo. Una vez
familiarizado con todas estas actividades, el cientista deberá hacerse asesorar por el
personal técnico y auxiliar, para conseguir un máximo rendimiento científico.
Todo laboratorio necesita, en mayor o menor escala, los servicios de un taller de
mecánica, en manos de buenos técnicos. Si bien es cierto que es altamente provechoso el
que cada cientista sepa usar la maquinaria de un taller mecánico y conozca las
posibilidades de los materiales allí empleados, no es menos cierto que la marcha de los
trabajos de un laboratorio aumenta notablemente en calidad y rapidez si cuenta con un
buen técnico, o equipo de técnicos, según sus necesidades.
Los cientistas, empeñados en un determinado trabajo podrán también sacar provecho de la
participación de este personal técnico y auxiliar en la planificación de su trabajo; del
calculista, en la programación y método de una serie de cálculos; del dibujante, en la
presentación de un gráfico, etc.
Esta coordinación se refiere principalmente a dos aspectos diferentes, pero
igualmente importantes:
a) Trazar un plan general de investigaciones;
b) Promover un intercambio de ideas y coordinación de esfuerzos entre los
diferentes laboratorios, de modo que cada uno de ellos pueda aprovechar las experiencias
de los otros.
La primera tarea debe recaer en un organismo en el cual deben estar representados
los directores de todos los Laboratorios que funcionan en la Universidad. Un proyecto de
estatuto de un consejo coordinador de investigaciones científicas está más allá de la
intención de este estudio. Pero no cabe duda de que su creación en el seno de la
Universidad de Chile y más tarde en un plan nacional es una necesidad imperiosa.
Si este consejo coordinador funciona bien, se evitará la repetición innecesaria
de un trabajo que ya se ha realizado o está realizándose en otra parte, se evitará una
duplicación de servicios y material, se conseguirá abordar una investigación desde puntos
de vista más diversos, etc.
La segunda tarea, la de promover el intercambio de ideas y coordinación de
esfuerzos entre Laboratorios, depende principalmente de los mismos Laboratoriso y de los
hombres que en ellos laboran.
En parte es un problema de organización, pero en parte es también un problema de
hábito y buena voluntad. Cualquiera que se la forma que tome este acercamiento, ya sea a
través de sociedades científicas, reuniones periódicas, visitas recíprocas, etc., el
éxito dependerá en gran escala del mayor o menor deseo de cooperar de cada uno de los
cientistas. Esta cooperación puede contribuir a una mejor comprensión de los servicios
que las diferentes ciencias pueden prestarse entre sí.
Una coordinación integral sólo se logrará combinando las actividades del Consejo
de la Investigación Científica, las de las sociedades científicas, y la iniciativa de los
cientistas mismos.
Esta función tiene un doble aspecto:
a) Obtener los fondos;
b) Distribuirlos a los diferentes Institutos.
La obtención de los fondos depende, más que de la ciencia, de la estructura económica del
medio social, y ella determinará por lo tanto el origen de dichos fondos.
La distribución de los fondos a los centros de investigación deberá hacerse de
acuerdo a un plan coherente, pero flexible. La complejidad de las relaciones entre las
diferentes especialidades científicas hace que a veces sea necesario, durante un cierto
período de tiempo, prestar más apoyo a unas que a otras.
Observando lo que sucede en los países de investigación científica más
adelantada, lo más indicado parece ser que el mismo Consejo de la Investigación
Científica, encargado de coordinar los esfuerzos investigadores de las diferentes
especialidades científicas, tenga también la tarea de proporcionarle los fondos
necesarios.
Entre las funciones del Consejo de la Investigación Científica estarán también:
Fomentar los aportes por parte de instituciones y de particulares, al ejemplo de
los que ya existen. Estos aportes podrán ser, entre otros, la institución de becas y
fundaciones, las cuales se incorporarán al plan orgánico del Consejo.
Promover el intercambio de cientistas, tanto entre Laboratrios del país, como con el
extranjero, ya sea para períodos largos o visitas breves.
Distribuir becas de acuerdo a un plan coordinado.
Contribuir al financiamiento de la publicación de revistas y libros científicos.
Ayudar a la realización de reuniones científicas, nacionales e internacionales.
Mantener una oficina importadora de material científico, cuyo fin exclusivo sería
el de adquirir para los diferentes Laboratorios de la Universidad el material que deba se
importdo. El objetivo de esta oficina sería, no sólo obtener precios más ventajosos, sino
el de conseguir mayor rapidez en todos los trámites de importación.
Fomentar programas amplios de investigación en torno a problemas de carácter nacional.
Estudiar la creación de nuevos centros de investigación.
Este párrafo está inspirado en el hecho de que existe un campo de
investigaciones, al cual sólo muy recientemente se ha comenzado a dar importancia en este
país: el de las ciencias físicas.
Hoy día hay ya una opinión casi unánime en los científicos universitarios de que
es necesario dar impulso a esta rama de la ciencia.
El censo de la investigació científica en la Universidad de Chile muestra que
hay sólo 6 Centros de Investigación dedicados en Física, de
un total de 43; es decir, 14%. En cuanto al número de cientistas físicos, es de 31, de un
toal de 287, es decir, 11%. De los cientistas que trabajan con dedicación exclusiva a la
investigación, el número de físicos es de 8, es decir, el 8%. Si consideramos las
condiciones materiales de trabajo, el balance resulta aún más desfavorable para las
ciencias físicas. Por lo demás, 3 de estos 6 centros de investigaciones físicas son de
creación tan reciente que bien puedo decir que se está iniciando en esta Universidad la
investigación en ciencias físicas.
Pues bien, ¿por dónde se debe comenzar?
La pregunta es de la más alta importancia, porque de los métodos empleados en la
creación de estos nuevos centros depende en gran parte el éxito de ellas.
Como en todas las cosas, resulta muy instructivo estudiar la experiencia ajena
antes de comenzar a improvisar. Este es por lo demás, un método científico de abordar el
problema.
En mis dos viajes de estudio al extranjero, uno en 1947-50 y el otro en 1953,
dediqué mucho tiempo a observar los distintos ensayos hechos en este sentido.
En uno de los países que visité tuve la ocasión de ver edificios monumentales
destinados a centros de investigación; pero, la mayor parte de sus secciones estaban
vacías por varios años y parecía que iban a seguir vacías por algún tiempo. Esto ocurrió
por razones muy diversas: no se había consultado un presupuesto suficiente para equipar
los laboratorios y contratar personal, y lo que es mucho más grave: no había cientistas
preparados en número suficiente, no había directores de investigaciones y no había un
plan de investigación. Se había olvidado una cosa fundamental, que es ésta: los centros
de investigación científica no se improvisan, porque no se puede improvisar cientistas.
Se requiere una tradición que se desarrolla a través de una expansión gradual.
Tal vez un poco más frecuente que el caso anterior es este otro: comenzar por
comprar una gran cantidad de excelentes instrumentos, en la creencia de que si se
consigue gente que aprenda a usarlos se tendrá un centro científico.
Lo normal, y por suerte también lo más frecuente, es comenzar por formar los
hombres, aunque en verdad hay un paso previo que es el de elegir las especialidades en
las cuales se va a investigar. Esta elección emanará de un estudio realizado en el
Consejo de la Investigación Científica.
Volvamos pues, a los iniciadores de nuestros nuevos centros de investigación. ¿En
quiénes debe caer la elección? Tratándose de especialidades poco conocidas en el país, se
vislumbran dos posibilidades: contratarlos en el extranjero, o bien enviar al extranjero
a jóvenes que se hayan distinguido en sus estudios universitarios y demuestren tener
aptitudes para la investigación, para proseguir allí sus estudios, adquirir la práctica
experimental, y formarse como investigadores.
Creo que se puede concluir, de la experiencia que se tiene ya al respecto, que el
ideal es combinar ambas tácticas, es decir, proceder más o menos como sigue: contratar a
algunos destacados cientistas extranjeros, por ejemplo de Europa o Norteamérica,
preferentemente con experiencia en la organización y dirección de la investigación. Ellos
fijarán un programa de largo alcance y de acuerdo con éste, se envía al extranjero por un
período de tiempo prudente a los que hayan de especializarse en cada una de las ramas
acordadas. Al regresar a su país estos hombres, con la experiencia de 2 ó 3 años en
buenos centros de investigación, trabajarán con los cientistas recién mancionados en
consolidar los primeros núcleos de investigación; se procederá a dotarlos de espacio y
material de trabajo, y se les dará las facilidades para que puedan formar a su alrededor
un personal científico auxiliar. Los miembros de este personal auxiliar deberán tener
todas las oportunidades de progresar de acuerdo con sus capacidades, y una vez que hayan
aprovechado todas las posibilidades científicas que su país les brinda, irán a su vez a
perfeccionarse al extranjero. Vemos pues que desde el comienzo mismo se hace presente la
necesidad de funcionar de acuerdo a un plan coherente, el cual deberá ser parte del plan
general del Consejo de la Investigación Científica.
En el momento actual que vive la investigación científica en nuestra Universidad,
es indispensable crear una buena Biblioteca Científica Central, y ayudar a las
bibliotecas especializadas que existen en los diferentes Institutos.
Esta Biblioteca Científica Central deberá contar también con servicios
bibliográficos adecuados, un servicio de reproducción fotográfica, un servicio central de
distribución de microfilms que tengan que ser solicitados del extranjero; y en general,
todos los servicios que pueda prestar una biblioteca moderna.
El factor más importante en la marcha de una institución científica es, sin duda, el
factor humano. De ahí que deba estudiarse a fondo el problema de la formación de los
cientistas. Se trata de asegurar un flujo continuo de hombres hacia la investigación, y
de asegurar al cientista que se inicia una formación cultural que le permita
desenvolverse con éxito.
No cabe duda de que el investigador recibirá los toques finales de su formación
general al iniciarse en el Laboratorio. Su primera época en la investigación será un
período de aprendizaje, y este proceso estará allí a cargo del director y sus ayudantes.
Pero no es menos cierto que deberá llegar con un mínimo de conocimiento, aptitudes y
técnicas de trabajo, que deberá haber adquirido en la Universidad y, lo que es mucho más
importante deberá llegar empujado por una vocación.
Ahora bien, la enseñanza de las ciencias básicas en esta Universidad se encuentra
repartida en sus diversas escuelas profesionales, con el resultado de que se produce en
algunos casos duplicación y aún triplicación de funciones. Esto es especialmente
lamentable en lo que se refiere a los laboratorios en que los estudiantes hacen sus
trabajos prácticos; pues, reuniendo los medios materiales y el personal de estos
laboratorios paralelos, se podría aumentar enormemente su eficiencia. Se daría así
también mejores oportunidades a los estudiantes, tanto en su formación científica coo en
el descubrimiento de su vocación.
La concentración de la enseñanza de las ciencias básicas en nuestra Universidad
en centros especiales es un tema que necesita urgente solución. En cada uno de estos
centros o Institutos habría todo un plan muy completo de cursos, y cada estudiante
debería seguir determinados cursos, según sean los estudios profesionales o la disciplina
científica a la cual quisiera dedicarse.
Esta organización coordinada podría, en un futuro, aspirar a convertirse en una
Facultad de Ciencias, en la cual podrían también encontrar cabida cursos de
perfeccionamiento para los que trabajan en la investigación científica.
Hasta aquí, en cuanto a la preparación inicial del cientista. Pero, no hay que
descuidar su desarrollo ulterior: deberá tener oportunidad de seguir sus estudios y de
trabajar en otros laboratorios, tanto en el país como en el extranjero.
Un problema muy grave que existe actualmente en nuestra Universidad, y que es
considerado como tal por la unanimidad de los investigadores científicos es la existencia
ya tradicional de dos bloques de ciencias naturales, prácticamente separados entre sí:
por un lado la ciencias biológicas y químicas, y por el otro las ciencias físicas y
matemáticas.
No es necesario agregar que esta separación está totalmente reñida con el estado
actual de la ciencia, y que está causando daños incalculables especialmente a los
químicos que necesitan ampliar sus conocimientos de física y matemáticas y a los físicos
que necesitan algo más que química.
Hablar hoy en día de estudiar química o física, es volver a los fines del siglo
pasado. En cambio, se puede estudiar física y química con mención especial en lo uno o lo
otro.
En las ciencias físico-químicas hay investigaciones en que se trabaja con
métodos físicos o con métodos químicos. Pero, en su formación científica, el investigador
deberá haber pasado por ambas ramas.
En varias Escuelas de esta Universidad esta integración de la física y la química
en lo que realmente son, es decir, las ciencias físico-químicas, no ha sido aún posible
debido a la creencia equivocada de que se puede comprender la química sin estudiar
matemáticas.
La exclusión de las Matemáticas de los estudios biológicos y químicos de algunas
Escuelas ha obligado a muchos investigadores en ciencias biológicas y químicas a
emprender estudios de matemáticas, ya sea privadamente, o por iniciativa de sus
respectivos Institutos. Naturalmente sería preferible que esos estudios de Matemáticas
hubieran sido cursados oportunamente.
La integración de los estudios de ciencias naturales en esta Universidad, y su
concentración en Institutos especiales, son temas que requieren un profundo estudio
seguido de una pronta solución.
Hay ya unanimidad en los ambientes científicos respecto a la conveniencia de que el cientista tenga dedicación exclusiva a la investigación (incluyendo a veces en ello participación en la docencia universitaria de su especialidad). Naturalmente, para conseguir esto, es necesario remunerarlo adecuadamente, como para que no tenga que procurarse medios de subsistencia en el ejercicio de actividades ajenas a su ciencia, y es necesario crear en la investigación un sistema de escalafón por méritos científicos.
El contacto personal entre cientistas es indispensable, pues el contacto por escrito, ya sea por medio de publicaciones científicas o cartas inéditas, sólo puede producir un intercambio de ideas parcial. La apreciación de las ventajas o desventajas de una nueva técnica o de un nuevo instrumento, el conocimiento de los sucesivos ensayos realizados hasta resolver un determinado problema, la discusión de los diversos puntos de vista para abordar una investigación, y muchos otros intercambios de ideas, sólo pueden conseguir en forma totalmente eficiente por un contacto personal. Esto significa que debe considerarse como parte del trabajo, la asistencia a conferencias y reuniones científicas.
El ideal sería que todos los que trabajan en la enseñanza universitaria tuvieran
también oportunidad de investigar; y que los Laboratorios de investigación tuvieran
también oportunidad de participar en las funciones docentes.
El profesor ganaría mucho, y a través de él también sus alumnos, incorporando a
la exposición de sus enseñanzas el método de la investigación. El investigador, a su vez,
adquirirá en a enseñanza valiosa experiencias relativas a la presentación y exposición de
sus resultados, y podrá ampliar sus puntos de vista sobre su tema y la ciencia en
general. Esta relación es especialmente importante durante las primeras etapas del
desarrollo de un Instituto, pero no significa que se deba distribuir el tiempo por partes
iguales en ambas labores. El cientista es antes que nada un investigador, y su
participación en la docencia, que por lo demás no tiene por qué limitarse al campo en que
está investigando, contribuirá también a su formación cultural.
En todo caso, esta relación entre la investigación y la docencia universitaria es
la mejor póliza de seguro para ambas: asegura una enseñanza dinámica, asociando a ella
los métodos y los resultados de la investigación, y asegura a la investigación los medios
para seguir desenvolviéndose, al dar a los estudiantes universitarios que se interesen
por ella la oportunidad de tomar así los primeros contactos con la ciencia viva.