El Mercurio, 1 de julio, 2007

El sentido de universidad pública

Señor Director:

A raíz de la columna publicada en su diario el 28 de junio por el rector de una importante universidad privada nacional, me permito dos comentarios generales.

Por un lado, reafirmar que la historia nos muestra que para alcanzar su plenitud, la creación y la transmisión de conocimiento requieren de espacios fundamentales de libertad. Espacios donde imperen no el dogma, la dependencia o la censura vertical, sino el valor del disenso, de las razones que se quieren rigurosas y de la autonomía intelectual.

Por otra parte, la discriminación segregativa, sea ésta social, religiosa, ideológica, étnica o incluso disciplinaria, no constituye el mejor de los ambientes para la vida y el trabajo fructífero de una comunidad universitaria en permanente búsqueda. Tampoco lo es para los futuros ciudadanos y miembros de élites diversas que se formarán en sus campus y aulas.

En definitiva, pluralismo, autonomía y libertad intelectuales son nichos que permiten y alimentan el sello y la vocación de excelencia, transparencia y diálogo que debiera caracterizar a toda universidad digna de ese nombre.

Éstas son algunas de las razones que, en la época moderna, han llevado a las sociedades a fundar, desarrollar y potenciar a través de sus estados instituciones que se conocen como universidades públicas. Que el Estado sea propietario de las mismas, ciertamente, no constituye la piedra angular de la definición de universidad pública. En las sociedades democráticas modernas lo esencial pareciera ser el para qué se quiere y se necesitan instituciones con dicho carácter. Pero el ejemplo chileno muestra también que sin un Estado activo y comprometido con el desarrollo de sus universidades, las funciones que la sociedad requiere de dicha propiedad tienden a desnaturalizarse para perjuicio de toda la comunidad.

Como sea, no basta con "estar" en la plaza pública para ser depositario y merecedor de lo que se conoce como el sentido y la misión de una universidad pública.

RODRIGO ROCO FOSSA