Discurso del vicepresidente del senado universitario, Ennio Vivaldi

Debemos dar cuenta ante nuestra comunidad universitaria de las actividades del primer año del Senado Universitario. El Senado es una idea ya anticipada por el Consejo Normativo de la Reforma de fines de los sesentas y reformulada, durante la dictadura, por el lúcido discurso de académicos como Luis Izquierdo en la Agrupación Andrés Bello. Este nuevo organismo aspira a recoger la riqueza del conjunto de las disciplinas que transversalmente cubren las áreas del conocimiento y la cultura, a la vez que del conjunto de las perspectivas que ofrecen los tres estamentos, académico, funcionario y estudiantil, para así, y, desapegándose de intereses locales disciplinares o estamentales, ser capaz, con visión de futuro, de reflexionar y normar la vida universitaria en su conjunto.

Parte importante de nuestra labor el año recién pasado está contenida en la definición de los marcos conceptuales de los reglamentos que encarnan y rigen las normativas universitarias. La comisión de Estructura y Gobierno, que ha redefinido el Reglamento de Funcionamiento Interno del Senado, el Reglamento de Contraloría Interna y el Reglamento General de Facultades. La Comisión de Docencia que ha convocado a múltiples actores para elaborar un contexto de referencia que orientará la formación de pregrado en la institución, impulsando cambios relevantes en la organización y metodología de la enseñanza. La Comisión de Estamentos y Participación que ha generado innovativas propuesta de carrera académica, de carrera funcionaria y de reglamentos estudiantiles. La Comisión Permanente de Presupuesto y Gestión ha recabado información financiera y contable para definir criterios claros en la asignación de recursos y políticas de remuneraciones y de inversión en infraestructura a mediano plazo. Una preocupación especial del Senado ha sido la defensa de políticas arancelarias para los estudiantes compatibles con la preservación de su composición heterogénea y pluralista, donde caben todos los sectores socioeconómicos.

Por otra parte, el análisis de los nuevos programas de postgrado, labor que el estatuto ordena al Senado, ha permitido intercambios de ideas entre senadores y académicos invitados sobre asuntos a veces de fondo, a veces puntuales, pero siempre enriquecedores, transformándose esas sesiones en verdaderos estudios de caso de nuestra amplia y heterogénea realidad universitaria.

Se están también elaborando dos herramientas claves para la labor próximo del Senado. Una de ellas es el diseño de una base de datos comprehensiva necesaria para el trabajo de cada repartición universitaria, incluyendo el senado, y para cada académico y estudiante en su vida cotidiana. Esta iniciativa permitirá actualizar permanentemente lo indicadores cuantitativos de gestión académica, siguiendo el trabajo pionero que cupo a los profesores Andrés Weintraub y Gloria Riquelme en la comisión senado anterior. La segunda herramienta de importancia crítica será una reformulación de la página web que permita la continua, pronta y, esperamos y confiamos, masiva interacción entre la comunidad y los senadores en torno a las cuestiones en debate.

Estamos satisfechos con el accionar político de este primer año. Coincide con la instalación de una nueva administración dirigida por el Rector Sr. Víctor Pérez y representa también para nosotros un primer contacto interactivo con el Consejo Superior y el Consejo de Evaluación. Como cuerpo racional que somos, en todo momento hemos privilegiado el diálogo coherente y respetuoso por sobre conflictivos alardes ostentosos y llamativos que, dicho sea de paso, caracterizan y poco engrandecen el estilo de política que progresivamente ha entrado a predominar en la vida nacional.

Hemos participado también responsablemente, cuando hemos sido requeridos, en contribuir a la solución de conflictos internos, como la toma de la Casa Central, y hemos reiteradamente escuchado y acogido las demandas de diversos actores de nuestra vida universitaria que ven en nuestro organismo senado universitario, además de un ente normativo, un foro para la discusión de ideas.

La tarea más importante que nos espera en el futuro próximo es la organización de un gran encuentro universitario triestamental en el que, con discusiones de nivel local y central y con temáticas de nivel sectorial y transversal, se abordará el vital gran tema pendiente desde hace 17 años: la relación entre la Universidad de Chile y el Estado.


Cuando el Senador Secretario me mostró el facsímil de la invitación a esta ceremonia y el sello del Senado con cuatro fechas históricas entre las cuales la última es 2006, año de fundación del Senado Universitario, recordé riendo un comentario de Stephen Gould a un párrafo de Freud. En la cita, Freud afirma que en la historia del conocimiento humano había tres grandes momentos y los tres representaban correspondientes caídas de pedestal para la humanidad: primero Copérnico que quitaba a nuestro planeta la condición de centro del universo, después Darwin que nos descendía a descendientes de los monos, y finalmente él, el mismísimo Sigmund Freud, quien nos informaba que nuestro comportamiento no obedecía a nuestra razón sino que a mandatos inconcientes. Gould graciosamente concluye que ésa era la afirmación menos modesta en toda la historia de la ciencia.

¿Constituye para la Universidad de Chile la instauración en 2006 de su Senado un hito histórico sólo comparable a otros tres situados en 1622, 1758 y 1843? Esta pregunta nos lleva al tema más importante que me corresponde desarrollar en esta cuenta, el tema del Senado Universitario y la política en nuestro Chile actual. Porque en última instancia los criterios de realidad, de factibilidad para las políticas internas y externas cuyo diseño la Universidad ha encargado al Senado, estarán determinados en medida más que relevante por el entorno político e ideológico que vivamos como país.

Lo primero: si nuestra política nacional es o no es una política honesta. No me refiero a la plata, me refiero a una categoría de honestidad infinitamente más importante: la honestidad intelectual. El brevísimo discurso de Lincoln en Gettysburg, del cual suele citarse la frase “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, constituye, muy por sobre esa citada frase, un paradigma de honestidad política. Lincoln parte diciendo que hace 87 años sus antepasados fundaron una nación concebida en libertad y dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales. Y afirma, en seguida, que en ese momento están combatiendo una guerra para probar si una nación así concebida puede subsistir. Honestidad política: un país que acepta la esclavitud no es una nación concebida en libertad donde todos los hombres son creados iguales. Belleza en la construcción gramatical: “si una nación así concebida puede subsistir”. Porque la política es una cuestión de concepción, de concepción colectiva, no es la triste resignación a un mandato externo, a circunstancias que nos sobredeterminan, a las cuales debemos resignada u oportunistamente adaptarnos.

Quienes ingresamos a la Universidad de Chile, querámoslo o no, ingresamos a una Universidad concientemente concebida en los albores de la República, concepción que se resume en la cita del discurso de Bello: “por una Universidad cuyo Norte sea Chile y las necesidades de su pueblo”. Nuestro Norte pudo haber sido otro, por ejemplo, el despliegue esplendoroso de nuestra superior inteligencia que ilumina la verdad. Pero no, quisieron las circunstancias que nuestro Norte fuera Chile y las necesidades de su pueblo. Y así, quienes ingresamos a la Universidad de Chile, año a año debemos reencontrar, reconstruir, redescubrir esa concepción, anterior a cada uno de nosotros, que nos ha unido y nos ha de seguir uniendo.

¿Hay, honestamente, un lugar para las concepciones que inspiraron a nuestra Universidad en el país de hoy, en el mundo de hoy? ¿Hay lugar para esa prometeica toma de partido que se identifica con la suerte de los simples mortales más que con la comodidad de los dioses? ¿Hay lugar para la vocación de servicio, para la generosidad?

El Chile de hoy ocurre o transcurre 34 años después del quiebre institucional de 1973. Un quiebre quizás sólo comparable en dimensión con el que ocurrió en 1541 cuando se irrumpe en el orden de los originarios habitantes de Chile. Comparables, sugeriría además, porque en ambos casos se repiten dos momentos, que para el quiebre del siglo XVI se denominan convencionalmente, la conquista y la colonia. Esos dos momentos sucesivos los contrapunta Neruda en el fragmento del Canto General dedicado a “Los nuevos propietarios”, a quienes contrasta con los anteriores “soldados de Castilla que hilaron el sueño de las bodegas imperiales”. Dice Neruda:

“Así se estancó el tiempo en la cisterna. / El hombre dominado en las vacías encrucijadas, piedra del castillo, / tinta del tribunal…”. Y agrega: “Cuando ya todo fue paz y concordia, /hospital y virrey…”. Entonces, continúa Neruda, se habrían asomado con un saco… “el Errázuriz con sus alpargatas, / el Fernández Larraín a vender velas, / el Aldunate de la bayeta, / el Eyzaguirre, rey del calcetín.”

Los conquistadores responsables de establecer un nuevo orden en 1973 podrían ser representados como la sumatoria de aquellos militares que modularon la opresión requerida para el copamiento del país, más aquellos intelectuales que dibujaron las bases ideológicas y jurídicas del nuevo orden, y más aquellos economistas que instalaron sus cimientos infraestructurales. Una vez terminado el proceso refundador, lo que vivimos hoy podría no ser tan distinto a esa “paz y concordia” del “tiempo estancado en la cisterna” que sigue a la conquista. Las alpargatas de fines del siglo XVI podrían ser hoy los títulos universitarios que se comercian por doquier, y, tantas veces, qué poco dejan, qué poco sirven a jóvenes cuyas familias para pagar a los proveedores de cartones han de cruzar marañas de endeudamientos y créditos. Las nerudianos vendedores de velas podrían ser hoy los señores “nuevos propietarios” que alegremente han acreditado como universidades a empresas cuyos directorios impúdicamente después contribuyen a conformar. A propósito de este negocio inédito, y como denunciara tempranamente el preclaro Profesor Carlos Valenzuela Yuraidini escribiendo cartas a un Ministro de Educación tras otro: cómo es posible que la ley orgánica de 1990, tranquilamente y sin conocer refutación, definiera a las Universidades por las carreras que ofrecen. Al revés, sería mucho más tolerable que los Centros de Formación Profesional, como su nombre literalmente indica, ofrecieran carreras profesionales como Medicina, Derecho o las Ingenierías; pero no parece concebible que se llame “Universidad” a instituciones donde no se realice ni investigación, ni creación, ni exista postgrado, pues una Universidad sólo puede ser definida como un ambiente, un ambiente de cuestionamiento, de búsqueda, de discusión. Volviendo a “los nuevos propietarios”, los metros de bayeta de hace más de cuatro siglos podrían ser hoy, en algún hospital, los pacientes licitables para la práctica clínica de los estudiantes de alguna Escuela de Medicina de alguna universidad privada. Embriagadoramente, vislumbramos mil maneras de sacarle una astilla al robusto roble de nuestra economía, mil calcetines que permiten mil coronaciones en mil reinos.

Pero debemos ser optimistas. Este ambiente de fin de la historia que nos rodea, esta displicente certeza basal que asiste a nuestros contemporáneos “nuevos propietarios”, la humanidad no la vive por primera vez. Este totalitarismo ideológico posiblemente resulte comparable a las certezas que tenían los funcionarios del tercer reich en 1935, o los estalinistas tras 1924 o tantos otros que han creído vivir otros tantos fines de la historia.

Una razón para ser optimista es la creación misma de este senado universitario. Alguna vez dije que el nacimiento del senado me recordaba una anécdota que viviera siendo interno, cursando obstetricia, cuando ayudando en una cesárea descubrimos que, dentro del útero, además del recién nacido había un dispositivo intrauterino. En un cierto sentido, la idea de este senado universitario, en estilo, forma y contenido, va frontalmente contra la corriente imperante de reemplazar deliberación por dogmatismo e igualdad por autoritarismo. Específicamente, la generación de un organismo como el senado universitario parecía explícitamente proscrita por las leyes educacionales dejadas por el régimen militar.

Aquí, hace diez años, impensadamente, por un momento el “tiempo estancado en la cisterna” se transformó literalmente en “un río sonoro” cuando en 1997, con el notable liderazgo de la generación de Rodrigo Roco, integramos esas largas marchas por la Alameda que, a siete años del retorno a la democracia, reclamaban un nuevo estatuto para nuestra Universidad. Una demanda fundamental para ese nuevo estatuto sería la creación de un senado con participación triestamental. Esos jóvenes que marchaban eran, Heráclito dixit, otros y los mismos que los que hoy votan e integran este Senado, quienes, a su vez, son otros y los mismos que aquellos que formarán parte de nuestro senado en unos pocos años más y que en 2006 conmocionaban al país en las marchas de los estudiantes de enseñanza media. Mencionemos de paso, porque no podemos dejar de hacerlo, los fieros ataques a la idea de senado triestamental proclamados en editoriales de prensa y discursos parlamentarios, por cuanto éste representaría una forma de cogobierno expresamente prohibida por la constitución de 1980. Negando, quizás ridiculizando, esa argumentación simple, frívola y mezquina que tan frecuentemente ha caracterizado el marásmico debate nacional, está aquí el testimonio vivo de les resultados de la incorporación constructiva de los jóvenes a este organismo, el senado universitario, que piensa a la Universidad y a Chile. El haber generado un medio para encauzar la energía de nuestra mejor juventud, es un logro que como Universidad nos enorgullece. Como también nos enorgullece la responsable participación que ha correspondido a los funcionarios reafirmando el compromiso que se siempre han expresado por la institución.

A este mismo respecto, nos debiera preocupar lo que ocurre en el país. Históricamente, el movimiento estudiantil ha reproducido en su distribución ideológica, con un esperable sesgo hacia la izquierda atribuible al romanticismo juvenil, la distribución de las fuerzas de los partidos parlamentarios. Esto no ocurre hoy en Chile, y ese solo hecho debiera llamarnos a una reflexión profunda. Max Planck, cansado de la refractariedad que sus ideas encontraban en sus colegas en un momento de grandes aperturas en la física, pronunció una de las frases más agridulces de la historia de la ciencia: “Las grandes ideas científicas por lo general no conquistan el mundo a través de la adhesión de sus adversarios, que terminarían por convencerse de su verdad y por adoptarlas. Siempre es raro que un Saúl se convierta en un Pablo. Lo que ocurre es que esos adversarios terminan por morir y la generación en ascenso se educa en el clima de la idea nueva. Quien posee la juventud posee el porvenir.”

En política nacional el Senado Universitario emitió pronunciamientos públicos en dos oportunidades vía inserciones en la prensa. Abro paréntesis: ¿En qué país estamos si para que una institución como nuestra Universidad pueda hacer pública una opinión deba obligadamente pagar a empresas periodísticas por onerosas inserciones en los diarios? ¿Cómo se puede dialogar en el Chile de hoy? ¿Cómo se incide en la vida pública y en los procesos de toma de decisiones? Cierro paréntesis.

Los dos pronunciamientos en cuestión se refirieron uno a la nueva ley general de educación y otro al llamado a concursos basales de Conicyt. Ambas cuestiones y sus contextos deben ser discutidos en esta cuenta.

La defensa de la educación pública como elemento vertebrador de la totalidad del sistema educacional y de la sociedad civil constituyen una causa substancial para nuestra Universidad. No existe libertad de enseñanza si no existe la libertad de inscribir a los hijos en un colegio público y gratuito sin que esa decisión lesione las expectativas de futuro del educando. A la inversa, la única forma de en que una institución educacional privada se legitima es al ser libremente elegida existiendo una alternativa pública válida. La educación pública es y será una de las grandes causas con las cuales el Senado Universitario se identifica. Nuestra Universidad, en un país tremendamente tensionado por las inequidades y los antagonismos, ha sabido preservar, a pesar de las circunstancias externas más adversas, su condición de espacio educacional público y pluralista. Porque si hay todavía un momento y un lugar en Chile donde un joven de La Dehesa puede conocer a una muchacha de La Pintana, donde un joven de familia judía puede conocer a una muchacha del Opus Dei, donde un joven ariqueño puede conocer a una muchacha puntarenense, donde un joven hijo de un militante comunista detenido desaparecido puede conocer a la hija de un coronel en retiro, ese momento y ese lugar es la fiesta mechona de la Universidad de Chile.

El segundo pronunciamiento público del Senado, se refirió al llamado a concurso para proyectos basales de Conicyt. La estructuración de la secuencia de eventos con que la Universidad respondió, constituye un excelente ejemplo del gran potencial de funcionamiento armónico que ofrece nuestra nueva institucionalidad. Participaron la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, el Senado Universitario, el Consejo Superior y el Rector quien habría de jugar el rol decisivo de liderar al Consejo de Rectores conformando un movimiento de una gravitación imposible de ignorar. Esta vez los académicos no nos encandilamos con la quimera de un poco oro para unos pocos. Pensábamos que lo que estaba en juego en esa iniciativa inconsulta apuntaba al corazón, a la naturaleza misma de nuestra Universidad: a saber, la unidad entre la investigación científica y una docencia de pre y postgrado de excelencia. Se consideró que lo que ahí se debatía incidía en múltiples dimensiones del ámbito de competencia del senado universitario y se quiso abrir una discusión nacional en torno a grandes problemas que nos afectan cotidianamente: ¿Cómo conjugar el desarrollo de las ciencias naturales y tecnologías con las ciencias sociales, humanidades y arte? ¿Hasta qué punto es válida la analogía, por muy laxamente que se utilice la metáfora, entre las Universidades y los carretones de hortalizas que concurren a competir al mercado? ¿Cómo conservar la sinergia de investigación y docencia si los incentivos económicos están sólo en la primera de esas dos actividades? ¿Cómo compatibilizar la autonomía y el respeto que merecen grupos de investigadores de probada alta capacidad y relevancia, y con alto potencial para obtener financiamiento, con un desarrollo institucional equilibrado, donde coexistan diversos niveles de agregación? ¿Cómo compatibilizar las nuevas estructuras generadas en torno a proyectos con la institucionalidad que se haya dado o se quiera dar la Universidad? ¿Qué hacer ante la coexistencia de polos de desarrollo con óptimas condiciones de existencia junto a carencias extremas en ámbitos vecinos? ¿Cómo hacer para que la paranoia de la competencia no horade nuestra convivencia? ¿Cómo impedir que las desigualdades lleven a descalificaciones por parte de quienes deben justificar su mejor estatus o a expresiones de resentimiento de los menos favorecidos? En resumen, cómo en las condiciones actuales, el Senado Universitario puede armónicamente contribuir efectivamente a la realización del plan de desarrollo institucional de la Universidad de Chile que compatibilice la excelencia académica, el compromiso con el país y la preservación de una comunidad universitaria ensamblada y unida.

Las primeras respuestas a nuestra declaración, indirectas, por notas hechas por reporteros a las autoridades a quienes nosotros nos habíamos dirigido, fueron desconcertantes. La cúpula de Conicyt, la ciencia se valida por su capacidad predictiva, dijo que no habría cambios. El Consejo de Innovación dijo que no comentaba situaciones coyunturales, adjetivación que sólo se entendería por una curiosa definición operacional de coyuntural como aquello que aparece impreso en el diario de hoy.

Parece necesario un gran esfuerzo nacional para reconstruir una convivencia basada en la fraternidad, el respeto al prójimo y a la comunidad de intereses. En estos nuevos tiempos, en que se promueve la competencia y el individualismo, suele invocarse la “naturaleza humana”, a veces explícitamente un determinismo biológico, que estaríamos cumpliendo en plenitud en este “fin de la historia”. Las respuestas a esta argumentación son demasiado obvias. El primer determinante biológico humano es el amor de padres a hijos, sin el cual el recién nacido no sobreviviría y la especie no existiría, instinto que se sublima posteriormente en lo que llamamos sistema educacional y transmisión cultural. En los albores de nuestros antepasados filogenético, los primates que bajaban de los árboles contaban con un excelente sistema visual especializado en ver la rama de enfrente para ir saltando de rama en rama. A diferencia de otros mamíferos originarios de la pradera, como el caballo, al bajar de los árboles a la sabana nuestros antepasados contaban con un campo visual muy limitado. Nosotros no vemos lo que pasa a nuestro alrededor sin girar el cuello. La solución que encontraron fue disponerse en círculos, a veces con una hoguera al centro, para protegerse recíprocamente y para cubrir los 360 grados de circunferencia. Esta misma práctica la han continuado realizando a lo largo de la historia todos los consejos y asambleas humanas, incluyendo los 37 ejemplares de homo sapiens que constituimos el Senado Universitario.

Pero conozco pocas reflexiones más hermosas sobre la presunta inmutabilidad de la naturaleza humana que el fragmento de un discurso que pronunciara en 1953, siendo Senador de la República, Eugenio González Rojas, quien posteriormente sería Rector de la Universidad de Chile, y que transcribo a continuación:

“Para justificar su defensa del capitalismo, nuestro Honorable colega ha recurrido, no obstante, a las características de la naturaleza humana, entre las cuales el afán de utilidad, de ganancia, de lucro, el afán egoísta de bienestar individual será el motor insustituible del progreso económico. Me atrevo a pensar que el Honorable Senador por Atacama y Coquimbo ha hecho esta afirmación con secreta tristeza. Porque es una afirmación sobremanera pesimista que contraría crudamente -no me cabe duda- su conciencia de cristiano. ¿Existe una “naturaleza humana” tan inmodificable en su primitivismo ético, ajena al devenir histórico, la misma sean cuales sean las condiciones sociales y culturales? ¿Qué sentido tendría, entonces, el mensaje de superación moral del cristianismo, la voluntad de lucha contra el mal que se afirma en su fe militante? Todo eso entraría en el círculo de las grandes ilusiones generosas que pueden realizarse, acaso, en seres de excepción, alejados del mundo, pero que no tendrán ninguna eficacia en la determinación de actividades colectivas.”

“¿Es eso lo que piensa nuestro Honorable colega? La historia misma y la evolución social lo desmentirían para regocijo de sus sentimientos de cristiano, en pugna, esta vez, con sus opiniones de político. Con perdón de mis Honorables colegas, por exigencias de mi exposición, también me veo obligado, como el Honorable señor Marín, a repetir cosas demasiado sabidas desde Aristóteles por quienes han estudiado los problemas del hombre. Siendo el hombre un ser social, su vida se define en relación con la de sus semejantes. La sociabilidad esencial del hombre implica la subordinación de sus instintos divergentes a imperativos de conveniencia mutua. Tan radicales son en el hombre los impulsos egoístas como los impulsos altruistas y la prevalencia ulterior de estos últimos es el sentido que tiene -si alguno tiene- la evolución de la sociedad y la cultura. ¿Hemos de rechazar por contrarias a la naturaleza humana las restricciones del derecho penal, porque existen impulsos agresivos en el hombre? ¿Hemos de considerar contrarias al “orden natural de las cosas” las exigencias de justicia distributiva del derecho social porque en el hombre existe la codicia, el afán de lucro individual, motor del progreso económico según la escuela clásica?”

“La tan mentada naturaleza humana no es una entidad intemporal, inmutable; es también, en gran medida al menos, una variable histórica.”

Aquí estamos. Es 2007. Nuestro Senado Universitario cumple un año. Si Eugenio González advertía una “secreta tristeza” en quienes veían inevitable para el progreso “el afán de ganancia y de lucro, el afán egoísta de bienestar individual”, entonces, por el juego de opuestos, podemos convocar con pública alegría, con desembozada alegría, con transparente alegría, a celebrar esta reafirmación de fe en la posibilidad del trabajo colectivo, en la generosidad, en el respeto, en la idea misma de comunidad universitaria.

Los senadores universitarios de este primer Senado Universitario, invitamos a todos ustedes a celebrar, con inmensa alegría, este primer aniversario institucional.